Rumbo a una nueva vida

Reflejado en el cristal de la ventanilla pudo ver aún como se llevaban casi a rastras
a esa persona con la que, al igual que las demás, había compartido tantos momentos. También allí podía ver reflejado a su hermano, en una incómoda silla con ruedas de la que probablemente no se levantaría jamás. Por aquél espejismo vio pasar al psicólogo que la trato, aquellos días tumbada en el diván intentando encontrar la causa y la solución a tanta rabia contenida. Vislumbró el bosque a media noche, observó los girones de ropa en el río, respiró el humo de la cabaña mientras ardía. Ante aquel reflejo pasaron sus miedos, sus pesares, sus secretos… pero el avión pronto despegó y Sofía pudo contemplar como todos aquellos recuerdos se quedaban en la pista de despegue.


Suspiró levemente y se acomodó en el respaldo del asiento que le habían asignado.
Pronto se encontraría en un lugar nuevo, alejado de su familia, de sus amigas,
alejado de todos aquellos que la juzgaban y hablaban a sus espaldas. Empezaría
desde cero, eso es lo que haría; como si nada hubiera sucedido. Un cambio de piel.
Como las serpientes cada cierto tiempo, ella también mudaría su envoltura.
Viajaba sola. Desde que Diana había sido ingresada en aquel centro para gente con
diversos problemas, todo había ido de mal en peor. Amanda nunca llegó a aparecer,
seguiría escondiéndose, yendo de un lugar para otro, sin un destino fijo. Minerva
estaba demasiado ocupada a cargo de su hermana pequeña, mientras esperaba que su
madre pronto saliera de la cárcel gracias a la ayuda de los magníficos abogados que
se ocupaban del caso. Y Vicky… bueno, mejor no hablar de ese tema por el
momento.


La cuestión es que habían pasado de ser la envidia de todo ser viviente, con una vida
que todos desearían pero que pocos podrían tener, a ser la comidilla de las reuniones
de la alta sociedad. Estaban en boca de todo el mundo. Sofi Sentía que todo por lo
que lucho una vez se había evaporado. Y tenía muy claro quién era la culpable. La
Hermosa Bestia, aquel ser despiadado que de un día para otro había entrado en sus
vidas para desestabilizarlas.


Pero ahora ya nada importaba. Tocó el botoncito varias veces antes de que un
atractivo y sonriente azafato se presentara ante ella, dispuesto a complacerla en lo
que necesitara.

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